La fibrilación auricular es la arritmia más frecuente en el corazón humano, por ello, es importante tener un diagnóstico adecuado que sea capaz de mitigar los devastadores síntomas y consecuencias que conlleva esta dolencia. Se estima que alrededor del 25% de las personas mayores de 80 años padecerá algún episodio cardiaco de estas características.
Una de las consecuencias más destructivas de la fibrilación auricular es «la afectación importante de la calidad de vida debido a síntomas como las palpitaciones, fatigabilidad, falta de energía e intolerancia a los esfuerzos».
Diagnóstico correcto, diagnóstico sencillo
La fibrilación auricular aumenta el riesgo de padecer una embolia debido al enlentecimiento del paso de sangre por las cavidades cardiacas, ya que, según las escalas de riesgo tromboembólico, una gran cantidad de pacientes afectos de fibrilación auricular deberán ser tratados con anticoagulantes orales, semejantes a Sintrom o bien con los anticoagulantes directos.
Razón por la que, apunta el experto, es «muy importante un diagnóstico correcto de la fibrilación auricular porque esta afección también está muy relacionada con el ictus«. El diagnóstico de esta patología es «extremadamente sencillo» porque cuando se padece un episodio de palpitaciones se debe «realizar un electrocardiograma donde se observa claramente un ritmo cardíaco irregular». El tratamiento es fundamental, no sólo para control del riesgo tromboembólico si no para el control de los síntomas.
La ablación de la fibrilación auricular para controlar síntomas
Dos estudios muy recientes (CABANA y CIRCA-DOSE) avalan el uso de este tratamiento para conseguir disminuir las recurrencias de fibrilación auricular ya que se ha observado que con la tecnología disponible en la actualidad se consigue «una reducción en la cantidad de fibrilación auricular respecto a la fase pre-ablación del 99,3% de mediana con una tasa de complicaciones muy baja.
El abordaje de la fibrilación auricular, prosigue el experto, debe realizarse en centros especializados, donde se traten los precipitantes, desencadenantes y agravantes, como por ejemplo las apneas del sueño o la obesidad o la hipertensión arterial.
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